Después de un evento súper intenso, todos estamos con una gran sensación de cansancio (como si hubiésemos hecho el camino de Santiago ida y vuelta) cuando en realidad, hemos hecho el camino más corto y largo a la vez. Conectar nuestra mente con nuestro corazón (40 cm) y el universo.
Hoy iba hacia el trabajo con sensación de extraterrestre, entrando en una oficina donde llevo 16 años trabajando y me sentía como si fuese de visita, doy los buenos días y de pronto me pregunto, ¿este tío me ha rebuznado?
Por favor, ¿dónde están esos “buenos días” chocando las manos? ¿Dónde están esos abrazos y besos de amor inmenso y reconfortante?
Pues bien, duro aterrizaje en la realidad, pero a su vez otro aprendizaje para mantenernos firmes en todo la aprendido y sentido.
Recordando y afirmándonos en todos esos “me lo llevo” que ahora son nuestros porque nos los hemos quedado.
Todas esas consignas que hemos gritado y que poco a poco van formando parte de nuestro ser y que debemos repetir e integrar diariamente.
Debemos tomar consciencia de que no somos planetas, ni siquiera satélites “somos estrellas” que hemos venido para brillar, que tenemos un cometido, aunque aún no sepamos cuál es, pero con fe lo encontraremos y desarrollaremos dejando nuestro granito de arena, nuestra huella en ese universo que vamos a dejar de herencia para los que aún están por llegar.
Es reconfortante saber que no estamos solos, únicamente mira al cielo y mira los cientos de miles de millones de estrellas que hay, unas junto a otras, iluminando, iluminándose entre ellas, no estamos solos.
¡MIRA A TU ALREDEDOR Y BRILLA!
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